domingo, 29 de mayo de 2016

Y ONCE por JUAN MARI MONTES



No deja la final de la Champion ni imagen plástica ni épica para la posteridad. No llegó ningún gol de volea por la escuadra como aquel inolvidable de Zidane. Ni cabezazo imposible de Sergio Ramos en el tiempo de descuento. Ni siquiera una astuta ratonería de Mijatovic apareciendo de improviso donde no se le esperaba. Pero el Madrid tiene ya la undécima copa de Europa, la reina de todas las competiciones, esta vez ganada, como la décima, al Atlético Madrid, un equipo simpático para todos (incluida buena parte de la afición del Real Madrid), que llegó más lejos que ninguno cultivando méritos tan apreciables como ley del esfuerzo, la intensidad y el trabajo en equipo.
Y lo cierto es que el Atlético Madrid lo tuvo más cerca que nunca y no al comienzo de la final, cuando supuestamente las fuerzas y las apuestas estaban igualadas,  sino cuando en un momento determinado de la prórroga el equipo de Cholo Simeone, se cegó especulando sin querer o poder ver, que en realidad, estaban jugando contra un Real Madrid en el que (con Cristiano, Bale, Modric y Marcelo intentando disimular sus respectivas cojeras) sólo jugaban siete con camiseta blanca, que a duras penas trataban de multiplicarse como podían y que incluso llegaron a asediar bastante más la portería contraria que los rojiblancos, que apenas si inquietaron más la portería de Keylor Navas.
El cara o cruz de los penaltis se decantó a favor del Real Madrid con ese gol último de Cristiano, que irónicamente estuvo casi desaparecido durante todo el partido, muy lejos del nivel que debe exigírsele al máximo goleador de la competición. Así es el fútbol y sus circunstancias que también escriben el nombre de un entrenador, el de Zidane, con letras tan grandes en la historia del club como las que se referían a él como uno de los jugadores más destacados de toda la historia. Un entrenador que fue vilipendiado y cuestionado desde su llegada (revisen los artículos con los que lo recibieron analistas tan supuestamente agudos como Santiago Segurola y compañía) y que desde entonces no ha dejado de sonreír y hacer sonreír al madridismo. Intuyo que será por mucho tiempo.


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