lunes, 5 de septiembre de 2011

TRADUCTORES



Hace un par de años la editorial Planeta publicó una extensa antología de poesía europea realizada por Francisco Rico. “Mil años de poesía europea” era el título la ambiciosa empresa llevaba a cabo por este catedrático de literatura española, también miembro de la Real Academia. Una de las curiosidades de esta antología es que terminaba con una especie de epílogo dedicado a uno de aquellos poemas que en mi adolescencia nos hacían aprender de memoria en clase de francés en el Instituto Fray Luis de León: “L´albatros” de Baudelaire.

El antólogo, supongo que no por indecisión sino para que seamos conscientes de la dificultosa tarea, nos ofrece este poema nada menos que en diez traducciones diferentes al español realizadas por distintos nombres: Alberto de Cuenca, Fernández de Córdova, Rosa Lentini y otros respetables literatos. Cotejando esta decena de traducciones tan diferentes entre sí, nos daremos cuenta de que aunque algunas son bastante literales, otras se toman las más increíbles libertades. Mientras unas intentan respetar las sublimes imágenes del autor original, otras se atreven sin ningún recato a descartarlas para incluir de propia cosecha otras metáforas que en ningún caso figuraban en el poema original. Al mismo tiempo que existen traducciones cuyo interés es sacar brillo al poema de Baudelaire, se perciben otras adaptaciones interesadas en hacernos creer que el traductor en realidad es mucho más brillante que el propio poeta. Al final el que no tenga ni idea de francés, ni conozca al traductor en cuestión, habrá de contentarse con la que le caiga entre manos, aunque sea muy torticera.

Cada vez me da más la impresión de que esto es lo que sucede con cualquier acontecimiento político, económico, social, laboral, tecnológico, religioso y hasta deportivo. Tomen cualquier dato, puro y simple, cualquier suceso, cualquier noticia y observen las distintas y variopintas traducciones que se ofrecen por doquier. Desde el norte al sur, desde el este al oeste. Todo bien contaminado por el cristal con que lo mira el traductor de turno. Permítanme un consejo: Tomen ustedes mismos los diccionarios y atrévanse a traducir. Habrá sorpresas. Seguro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario