lunes, 5 de septiembre de 2011

CLEMONS



Les escribo escuchando el doble álbum “The River”, esa colosal obra maestra editada por Bruce Springsteen en 1980 y que a tantos chavales de mi generación nos inyectó en vena el vicio por esta música energética, divertida, rebelde, vitalista, insobornable y canalla que conocemos como rock and roll. Es mi particular homenaje, al gran Clerence Clemons, el singular saxofonista del grupo de acompañamiento de Springsteen, la E Street Band, lamentablemente fallecido este fin de semana en Florida tras las complicaciones derivadas de un derrame cerebral.

Es imposible imaginar todas las hermosas canciones de Springsteen contenidas en este álbum –títulos como “Hungry Heart”, “Point Blank” o “Independence Day”- sin los personales solos de este gigantón saxofonista negro como también será imposible concebir el sonido de la E Street Band, sin la marca personal que él le imprimía. Más que un condimento en el muro de sonido de la banda, el saxo de Clerence Clemons era el alma de la banda y probablemente la más sustancial diferencia del Springsteen, como futura promesa del rock, al Springsteen pletórico y apabullante, esa apisonadora que escucharíamos embelesados en muchos de los discos posteriores a “Born To Run”, así como en los arrasadores y míticos conciertos que le convirtieron en El Jefe.

Personalmente, nunca olvidaré la noche del 17 de julio de 2008 en el Santiago Bernabéu, que aunque se parezca mucho, no es la fecha de ningún hito deportivo de mi equipo de fútbol favorito, sino una noche mágica con el gran Bruce Springsteen oficiando una de las más ceremonias musicales colectivas más desbordantes a las que he tenido la oportunidad de asistir. Entonces Clemons, ya pagaba ciertos peajes al dolor (las articulaciones de ambas rodillas y ciertas vertebras en desorden ya le empezaban a dar los avisos que posteriormente le enviarían reiteradamente al quirófano) pero su saxo resplandecía entre las poderosas guitarras de Steve Van Zandt y del propio Boss, como uno de los recuerdos más intensos y memorables que uno haya tenido la oportunidad de vivir. Hoy, que dicen los calendarios (y la cerveza Heineken) que es el día de la música, recétense cualquier disco de Springsteen con la E Street Band. No hay mejor forma de celebrarlo.

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