martes, 19 de abril de 2011

ZAPATERO

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Ahora que anunció que se marcha, como deberían irse también otros muchos que vemos bien amarrados a los asideros del poder tanto a la derecha como a la izquierda, alguien tendrá que venir a fregar suelo y paredes. Todos sabemos que no solamente se le han arrojado respetables opiniones en el saludable ejercicio de crítica y oposición, si no que todos nuestros pasillos están pringadísimos con todo tipo de insultos, chistes de mal gusto, salivazos de odio, lamparones de envidia y hasta calumnias e injurias, que servían para denigrarle a todas horas al tiempo que le cargábamos el muerto de todos nuestros infortunios.

A algunos de estos insultos, estaremos tentados de otorgarles la gracia de la salvación, creyendo que no nos infectan. Sobre todo esos más comunes (idiota, imbécil, gilipollas, siniestro, mentiroso, inepto, payaso) que nos vendrían de perlas para seguir lanzándolos con saña contra el imprudente que lo sustituya, pero seamos limpios y arrojémoslos también al cubo de la basura junto a los más específicos de su persona, esos que sólo servían para despreciarle a él en particular referidos a su físico, su familia, o su particular forma de expresarse. Lo conveniente es que todos, uno a uno, los barramos lo antes posible, recogiéndolos en nuestras negras bolsas de basura, y bajándolos al contenedor, aunque estas noches tengan mucho más trabajo del habitual los servicios de limpieza de todos nuestros pueblos y ciudades.

Reconozcamos que teníamos todo esto convertido en un auténtico asco y que tenemos tan alta la montaña de porquería de insultos acumulados a lo largo de todos estos años que difícilmente veíamos lo que había detrás de ella. Una legislatura más y probablemente nos abría empezado a comer la mierda por los pies. Acostumbrados a la peste, ya éramos insensibles a su olor. Será un auténtico reto, ver si somos capaces de dejar nuestras casas tan limpias como al principio y las redacciones de nuestros periódicos y tantos estudios de radio y televisión que permanecen en pie de guerra, y los ceniceros de nuestros bares, y las bandejas de entrada de entrada y salida de nuestros correos electrónicos.

Venga. A intentarlo.

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