martes, 1 de marzo de 2011

RADIO TORMES


Desapareció hace unas fechas del dial salmantino, nuestra entrañable y obsoleta Radio Tormes, sin que nadie se haya dignado a publicar su esquela ni confeccionarle su pequeña elegía. Y se lo merecía. Alguno que otro, la echaremos de menos. Éramos ya muy pocos, intuyo, los colgados de esta sentimental y caduca cornisa, algo avergonzados incluso, de nuestra resistencia a abandonar el baúl del desván lleno de viejos y horteras vinilos, pero ahí seguíamos todavía, como polilla, dándole manivela a nuestra nostalgia más heavy.

Radio Tormes era nuestra abuela rebelde y desprejuiciada, obstinada e incorrecta, reaccionaria y lenguaraz. La única que a estas alturas te podía disparar sin cortarse un pelo a Manolo Escobar y Formula V, a Camilo Sesto y Joaquín Díaz, a Lorenzo Santamaría y Concha Piquer, a Elvis Presley y George Dann, a Umberto Tozzi y Manzanita, a Carlos Gardel y Miguel Gallardo. Así todo junto, sin previa anestesia para el desprevenido oyente, mezcladitos en surrealista y montaraz poutpourri, un singular gazpacho que te enamoraba o te dejaba para el arrastre durante varias jornadas paladar y estómago.

Tal vez era la legítima heredera de Ecos de Sociedad, aquel maravilloso programa que uno sintonizaba en su infancia y al que sólo Radio Andorra podía hacer competencia. Ahí el locutor de Radio Popular se eternizaba leyendo las dedicataorias que las muchachas le escribían a sus novios cuando marchaban a cumplir sus obligaciones con la patria, las que las madres escribían a sus hijos en vísperas de la primera comunión, las que los hijos escribían a sus madres por su cumpleaños, las que los enamorados se escribían en secreto (“de quien mucho le ama para quién ya sabe”). Y tras la dedicatoria, la canción que te apuñalaba por defecto (“El Emigrante” de Valderrama) o por exceso (“Hotel California” de Eagles). Ojo, entonces una canción era un tesoro, no un ratonero mp3 descargado al por mayor.

Tal vez por eso, mis diez minutos de ducha diaria, yo se los regalaba encantado a Radio Tormes. Entre infames tarareos era un pequeño lujo escapar a ese paraíso de la infancia, tan definitivamente perdido.

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