martes, 1 de junio de 2010

TABACO




Nadie enciende ya un cigarrito en los bares y restaurantes de Francia, Italia, Noruega, Bélgica, Holanda, Suecia, Portugal, Irlanda o Reino Unido. Como sucedió antes en Estados Unidos, cuando llegó la prohibición de fumar en los locales de todos estos países, los hosteleros salieron a profetizar la quiebra de sus negocios. Pero ahí están los datos del informe posterior. El pesimista augurio de los dueños de estos locales nunca tuvo lugar. La gente siguió acudiendo con la misma asiduidad de antes a sus templos preferidos de ocio (sumándose la que los evitaba por humos) en busca de amistad, una partida de mus, la retransmisión de la Champions o un pinchito de pulpito estofado a la vinagreta. Tranquis. Nuestro país -precisamente nuestro jaranero país-, no pasará a la historia como el primero en el mundo en el que desaparecieron los bares a resultas de la prohibición de fumar en sus dominios.
Me encantaría escuchar entre las airadas voces de los propietarios de los locales, el murmullo de todos esos trabajadores no fumadores que tienen en sus nóminas y que no siempre se atreven a confesar lo que realmente sienten. Camareros, cocineros, disjockeys... Curritos que seguramente estarán celebrando en privado esta imperativa retirada de ceniceros que les librará por fin de inhalar el humo del tabaco que odian. El humo de tabaco, por cierto, que también les mata. Esos que saben que en España mueren anualmente nada más y nada menos que 1.400 fumadores pasivos. Esos que quisieron mil veces abandonar su trabajo pero lamentablemente no encontraron otras alternativas laborales. Así que ahí siguen: chupando nicotina por un tubo.
La evolución de cualquier civilización consiste sencillamente en este tipo de actitudes. Respetar escrupulosamente a los demás. En todo caso si nos empeñamos en matarnos, ya que eso nos produce tan grato y sensual placer que cantaba Sarita Montiel, matémonos en privado sin molestar ni arriesgar la vida de los que prefieren por el momento, no cambiar de barrio. Ganar territorios donde se imparta este respeto, independientemente de lo que digan las cajas registradoras, sin duda es edificar un futuro más amable para todos.

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