miércoles, 9 de junio de 2010




Malditos tus principios. Sigue a tu partido. Ésta era la consigna que gritaba Benjamín Disraeli, primer ministro británico allá en los comienzos de la época victoriana. Y ahí seguimos plantados aún, renegando de nuestras ideas para abrazar las impuestas desde arriba. Este engaño que algunos consideran como un mal menor de la democracia se llama disciplina de partido y en esencia no es más que una buena puñalada trapera a la libertad del ser humano.
Qué hipócrita puede llegar a ser la operación a través de la cual sometemos nuestra conducta a unas normas severas ante el temor de las posibles represalias o la expulsión de ese complaciente paraíso de los sometidos. El poderoso lo sabe y lo cuenta entre sus armas para imponer sus criterios, sus razones, sus pensares, sus intereses particulares tan alejados con frecuencia de la comunidad que les mantiene. El disciplinado lo sabe y lo cuenta como el peaje a pagar para conservar sus privilegios. Ambos silban mirando para otro lado, en completo disimulo, al tiempo que en privado hacen su encaje de bolillos para tranquilizar sus respectivas conciencias.
Defendamos al indisciplinado que dice no. Al que terminó harto de doblar el espinazo ante los caprichos del emperador y su nutrida corte de trepas y pelotas. Defendamos al que levanta el dedo corazón cuando se acerca el poderoso con ese utensilio formado por las cuerdas que utiliza para azotar y reconducir al desobediente. Elogiemos al indisciplinado que prefiere dormir tranquilo y sin nada bajo las estrellas, que al intranquilo pero bien cebado de promesas bajo la almohada. Me gusta ese gigantesco “No” que estos días el artista Santiago Sierra pasea por Salamanca formando parte de las instalaciones del FÁCYL bajo el lema “No, Global Tour”. Veo el camión que lo transporta aparcado junto a las oficinas centrales de Caja Duero. Queda bien ahí.
Dejemos la disciplina a salvo en el colegio de párvulos, en las autopistas, entre los jerarcas eclesiásticos, en los cuarteles de nuestros ejércitos, o en la jaula de los leones del circo. Aprendamos de verdad a ser indisciplinados, consecuentes con nuestros pensamientos y realmente libres.

1 comentario:

  1. Disraeli adoraba a reina Victoria a la que llamaba "hada", me pasa lo mismo: me encanta que un periodista en Salamanca sea tan bueno y lo escriba sin miedo, ¡¡BRUJO!!

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