lunes, 29 de marzo de 2010

ALCANTARILLAS



Exceptuando obviamente ciertas manifestaciones de repulsa o luto, yo jamás había visto en prensa una fotografía de Mañueco, en la que no apareciese sonriendo. “Es imposible pillarle sin la sonrisa puesta -me confesó un día un fotógrafo- lo hemos intentando todo y en las mil movidas en que participa”. Pero la semana pasada sucedió el milagro. En distintos medios apareció esa rarísima instantánea que venía a enturbiar la simpática y alegre imagen de nuestro omnipresente y risueño Consejero. Me refiero a la foto en la que aparece junto a su colega, el Consejero de Fomento Don Antonio Salván, contemplando un poco extasiado pero singularmente serio y circunspecto, las flipantes alcantarillas que han colocado en la remodelada Plaza de la Constitución. Natural que Don Julián Lanzarote se pusiera a contar chistes al contemplar su cara de circunstancias.
Seguramente Mañueco nos contará en ese blog que inauguró (o quizás lo haga en el intermedio de alguna de esas conferencias taurinas en las que se prodiga o en el transcurso del pregón de Semana Santa), los motivos de tanta seriedad. Sin embargo yo intuyo que lo que venía a sucederle al Consejero es lo mismo que nos ocurre a la mayor parte de los salmantinos cuando nos topamos con esa esotérica exposición de sumideros. Es decir, seguro que se estaría preguntando: ¿Y esta horterada qué pinta aquí?, ¿Quién habrá tenido la ocurrencia?, ¿Qué sentido tiene?, ¿Acaso el autor de ésta estrafalaria idea tenía en mente establecer algún tipo de alegoría entre lo que es la Constitución española que da nombre a la Plaza y la importancia de las pragmáticas cloacas que filtran las subterráneas corrientes residuales de cualquier democracia?. A saber.
La verdad es que algún sentido metafísico que no alcanzamos a comprender tendrá el hecho de sustituir obras de artistas tan apreciados como Coomonte y Casillas para colocar en su lugar estas alcantarillas en una Plaza pretendidamente hermosa y es menester que el Consejero indague en hallarlo. Y cuando lo encuentre tampoco estaría mal que antes de recuperar la sonrisa se pregunte: ¿Para esto nos acabamos de gastar casi millón y medio de euros?.

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