jueves, 15 de abril de 2010

TURISTAS




Señalaba estos días previos a la Semana Santa el presidente de la comisión de hoteles de la Asociación de Hostelería de Salamanca, Silverio Vicente, la deficiente promoción que ha recibido la ansiada apertura de la autovía A-50 entre Salamanca y Ávila.
Algunos turistas incluso se quejaban de la mala señalización de la misma, que les empujaba a adentrarse por las viejas carreteras ignorando la propia autovía a la altura de la estación de servicio de Villacastín. Obviamente, ni el presidente de la Asociación de Hostelería de Salamanca ni la mayoría de los turistas que nos visitan, han sido capaces de percibir que lo que realmente nos interesa a los salmantinos (de ahí la discreción promocional de la autovía) es que nos dejen vivir en paz aislados del mundo, ajenos al trajín de tanto molesto visitante pateando la ciudad con sus cámaras digitales, sus cansinas preguntas, la irrespetuosa algarabía con que profanan nuestros templos y rituales religiosos, su agobiante asalto a nuestros restaurantes y bares preferidos, la campechana familiaridad con que mancillan nuestros solemnes monumentos (esas tías medio en bolas que se tienden a tomar el sol en nuestra milenaria Plaza Mayor) en fin, su pesadísimo y hortera alboroto.
Claro, que sí nuestras autoridades hacen bien este trabajo de menosprecio y acoso al visitante en la ciudad, donde realmente se superan hasta los límites más insospechados del tercermundismo turístico sigue siendo en la provincia. Ya hemos hablado alguna vez en esta misma columna del singular arte con que hacen disparar los índices de mieditis a los arriesgados y desprevenidos visitantes que intentar acceder a lo más alto de la Peña de Francia sin encomendarse a Dios ni al diablo. Pues lo mismo puedo decirles hoy tras mi reciente visita al mítico Pozo de los Humos. No voy a darles a ustedes muchos datos para no estropearles las fantásticas sorpresas que les deparará el inolvidable viaje cuando intenten acceder al mismo desde la localidad de Masueco por la singular “autopista” habilitada para ello. Es decir, casi mejor que los osados supervivientes de la ruta nos escriban contándonos sus entretenidas experiencias.

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