BASILIO MARTÍN PATINO por Juan Mari Montes
Contaba alguna vez Martín Patino que la productora
de “Nueve cartas a Berta” no terminaba de fiarse de que el director salmantino
pudiera llegar a buen puerto con una película tan difícil como al parecer
aseguraba que tenía perfilada en su coco. Entonces decidió marcarle
estrechamente con una sombra que vigilase de cerca sus particulares y poco
académicos modos, mucho más cerca de la pura improvisación que de la fidelidad
a un guión que apenas si existía en un esquelético boceto con borrones al
margen.
Esta sombra era el también director y guionista Ricardo
Muñoz Suay, de quien terminaría siendo íntimo amigo. Con la excusa de la
historia de aquellos estudiantes, Patino quería dejar constancia de la sociedad
salmantina de los años 50 y rodar una escena en el Casino de Salamanca, donde
apareciesen los miembros más respetables de la sociedad salmantina, la
burguesía más acomodada y demás poderes fácticos. Reunida esta especie de jet
set salmantina en el Casino, al verlos tan rígidos y estirados mirando
fijamente a cámara como se mira a un retratista, Suay empezó a gritarles lo que
cualquier sensato director de cine les habría advertido nada más poner los pies
en el rodaje: que estaba prohibidísimo mirar de frente a la cámara, que se
olvidasen de ella y se pusieran a hablar entre ellos con naturalidad.
Es entonces cuando Martín Patino, decide ejercer
como auténtico jefe de la misma, contradiciendo precisamente todo lo que Muñoz
Suay les pedía a aquellos tipos. Por más que los cánones del cine aconsejasen
justamente lo contrario, él quería que aquella peña adinerada y respetable
mirasen fijamente a la cámara si eso era lo que les apetecía en ese momento.
Finalmente así quedarían maravillosamente retratados con esa mirada altiva,
seca y orgullosa, también un tanto desconfiada y retadora, con la que aparecen en
la película en una de las escenas más memorables y gloriosas del cine español y
al mismo tiempo más original, insólita y atrayente.
Esta anécdota define a la postre extraordinariamente
bien los materiales con los que Basilio Martín Patino fue construyendo su fascinante
y ya histórico cine: la libertad, la rebeldía, la originalidad y ese fantástico
retrato en blanco y negro que nos guste o no, tan bien dibuja nuestra sociedad
en una época determinada.
La Gaceta de Salamanca, 15 agosto 2017.
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