domingo, 18 de junio de 2017


LAS TERRAZAS por Juan Mari Montes



Siempre he sido muy fan de las terrazas de los bares. Incluso para los no fumadores, escapar de las cuatro paredes y el bochorno de los locales cuando llega el buen tiempo, e instalarnos al fresco a tomar algo con hielo en buena compañía mientras observamos el panorama circundante y a la gente que camina de un lado para otro con mucha prisa hacia ninguna parte, es una delicia que acaso sólo podría estropearnos el asalto de un grupo de tunos que viniese a interpretarnos a traición eso de “Clavelitos de mi corazón”.
Sin embargo, he de confesarles que últimamente las terrazas me asustan. Y me asustan incluso así, como las concibe la autoridad responsable y competente: libre de cuchillos y tenedores, ceniceros, servilleteros y cualquier otro objeto punzante o contundente que pueda utilizarse como arma arrojadiza contra la gente desprevenida. Y es que tengo la impresión de que las terrazas en nuestra ciudad están creciendo y multiplicándose a tal ritmo, que como no se ponga coto a este desmadre, acabaran comiéndonos a todos los peatones como si fuéramos una ración de patatas bravas. Crecen de un año para otro y hasta pareciera que de un día para otro, como si las mesas y las sillas aprovechasen la recogida de madrugada, justo cuando los camareros las colocan unas sobre otras, para copular y multiplicarse sin medida necesitando al día siguiente unos cuantos metros cuadrados de plaza o acera más para instalarse más desahogadamente.
Tal es así, que existen zonas de Salamanca (pongamos por ejemplo la céntrica Rúa, que comunica el centro de la ciudad con la parte histórica), donde a ciertas horas del día la promiscuidad y alta demografía de las terrazas se ha desbordado tanto que ya es imposible poder transitar por ella sin tener que subirse a caminar sobre las mismas mesas con todo lo que eso tiene de antihigiénico e irrespetuoso para la clientela.

No me extrañaría que pronto hubiera que instalar guardias de tráfico en ciertas calles más congestionadas para salvaguardar la fluidez del traslado de los paseantes. O cuando menos, elaborar guías turísticas donde se nos detalle a los transeúntes calles alternativas por las que circular sin que algún barman nos asalte con esa pregunta de qué es lo que van a tomar los señores.

La Gaceta de Salamanca, 13 de junio de 2017

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