LAS TERRAZAS por Juan Mari Montes
Siempre he sido muy fan de las terrazas de los
bares. Incluso para los no fumadores, escapar de las cuatro paredes y el
bochorno de los locales cuando llega el buen tiempo, e instalarnos al fresco a
tomar algo con hielo en buena compañía mientras observamos el panorama
circundante y a la gente que camina de un lado para otro con mucha prisa hacia
ninguna parte, es una delicia que acaso sólo podría estropearnos el asalto de
un grupo de tunos que viniese a interpretarnos a traición eso de “Clavelitos de
mi corazón”.
Sin embargo, he de confesarles que últimamente las
terrazas me asustan. Y me asustan incluso así, como las concibe la autoridad
responsable y competente: libre de cuchillos y tenedores, ceniceros,
servilleteros y cualquier otro objeto punzante o contundente que pueda
utilizarse como arma arrojadiza contra la gente desprevenida. Y es que tengo la
impresión de que las terrazas en nuestra ciudad están creciendo y
multiplicándose a tal ritmo, que como no se ponga coto a este desmadre,
acabaran comiéndonos a todos los peatones como si fuéramos una ración de
patatas bravas. Crecen de un año para otro y hasta pareciera que de un día para
otro, como si las mesas y las sillas aprovechasen la recogida de madrugada,
justo cuando los camareros las colocan unas sobre otras, para copular y
multiplicarse sin medida necesitando al día siguiente unos cuantos metros
cuadrados de plaza o acera más para instalarse más desahogadamente.
Tal es así, que existen zonas de Salamanca (pongamos
por ejemplo la céntrica Rúa, que comunica el centro de la ciudad con la parte
histórica), donde a ciertas horas del día la promiscuidad y alta demografía de
las terrazas se ha desbordado tanto que ya es imposible poder transitar por
ella sin tener que subirse a caminar sobre las mismas mesas con todo lo que eso
tiene de antihigiénico e irrespetuoso para la clientela.
No me extrañaría que pronto hubiera que instalar
guardias de tráfico en ciertas calles más congestionadas para salvaguardar la
fluidez del traslado de los paseantes. O cuando menos, elaborar guías turísticas
donde se nos detalle a los transeúntes calles alternativas por las que circular
sin que algún barman nos asalte con esa pregunta de qué es lo que van a tomar
los señores.
La Gaceta de Salamanca, 13 de junio de 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario