sábado, 25 de junio de 2016

MITINES A DOMICILIO por Juan Mari Montes



Llamaron al timbre, abrí y en una milésima de segundo, tenía a Rajoy en mitad del salón gritando eso de que nos atacan los radicales y extremistas. Me pilló muy desprevenido pero con unos reflejos asombrosos salté detrás del sofá para esconderme. Uno ya no puede estar tranquilo ni en casa. Menos mal que Don Mariano me tranquilizó: “No hombre, salga usted, estos señores que me acompañan son simplemente mis guardaespaldas y venimos a hablarle de lo mucho que nos jugamos el 26 J”.  Ah, coño, vale, acabáramos, qué susto.
A pesar de lo que pudiera parecer, teniendo a Rajoy hora y media dándome el tostón en mi sofá, con el tiempo he adquirido cierta soltura para deshacerme de los agentes comerciales, así que poco a poco fui sacando al presidente de casa pero justo al cerrar la puerta oigo gritar a mi mujer desde la cocina. Corro allá y me encuentro que acaba de colársele por la ventana Pedro Sánchez. Tal cual. Como un mochuelo desorientado. Pedro es mucho más guapo en persona que en la tele y en menos de un minuto, nos lava el cerebro a los dos, con el cuento de que si votamos al PSOE ahora sí va a hacer todo lo que no le dio la gana cuando gobernó. Acto seguido nos da la mano y se arroja de nuevo por la ventana sin recordar que vivimos en un tercero. No queremos asomarnos porque seremos inocentones pero también muy sensibles con las escenas escabrosas.
Acto seguido oigo discutir a mi hijo en su habitación. Pego la oreja a la pared y resulta que en vez de estudiar Fisiopatología para el examen del jueves, está discutiendo con Errejón sobre su futuro que según Iñigo se le presenta feo feo y lejos de España. A saber por dónde se le ha colado el tipo en la habitación. Sospecho que hablan por Skipe. Con todo, los dejo, no quiero invadir la intimidad de mi hijo que para esas cosas es muy especial.

Un poco mareado de tantas emociones fuertes y mítines, me dirijo al dormitorio con la idea de descansar. De pronto ahí entre las sábanas aparece Inés Arrimadas, de la que estoy platónicamente enamorado. En fin, soy todo un caballero. No daré detalles. Así que aquí acaba el relato. 

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