
Justo enfrente de la fachada de estrellas como copos de nieve de El Corte Inglés, tropezaron aquellos dos extraños esa tarde con frío de mil demonios. Eran el cobrador del frak que soñaba con ser Papá Noel y el Papá Noel que soñaba con ser cobrador del frak.
Con las barbas postizas completamente congeladas, toreando los envites de la crisis, Papá Noel seguía repartiendo caramelos a los niños y folletos publicitarios a los padres que le cruzaban por su acera. Su falsa sonrisa hacía dos días que sólo era una mueca que asustaba a los perros que andaban de paseo y dejaba perplejos a todos los transeúntes. Él, que odiaba con ganas las Navidades, se miraba convertido en la estampa más insoportable del enfebrecido afán consumista de esos días, en el ridículo y foráneo estandarte de una fiesta que, sobre todo, servía para que los que estaban solos se sintieran más solos que nunca, los que estaban lejos se sintieran más desterrados que de costumbre y los que no tenían nada se sintieran más pobres que las ratas.
El cobrador del frak era muy consciente de que en plena fiebre happy navideña, cuando la orquesta tocaba paz, amor y el perdón de nuestros deudores, él parecía el negativo de todos los crhismas, el desafinado pájaro de mal agüero, el cuervo que se muere por sacar los ojos de todos los bolsillos rotos, el pesado e impenitente aguafiestas, el recuerdo personificado de un año perro lleno de contratos que no se cumplieron, despidos procedentes, balances que no cuadraban, obscenos números rojos, suspensiones de pago y letras vencidas.
El cobrador del frak que quería ser Papá Noel y el Papá Noel que quería ser cobrador de frak, adivinándose el pensamiento se detuvieron justo enfrente de la fachada de El Corte Inglés y comenzaron a intercambiar maletín por saco de regalos, lista de morosos por revistas publicitarias y traje de Noel por frak, ante la mirada un poco alucinada del guardia de seguridad de los grandes almacenes. Acto seguido se estrecharon la mano y despidiéndose se desearon unas felices pascuas y sobre todo, un próspero año nuevo.
Publicado originalmente en La Gaceta el 29 de diciembre de 2009
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