martes, 22 de diciembre de 2009

TOROS



Se me ocurren unas preguntas, probablemente impertinentes en estas circunstancias de furibundos odios contra todo el que se atreva a disentir en una tierra de enraizadas tradiciones, pintureros matadores y nobles oficios de ganadería y tauromaquia: ¿De verdad nos creemos que todos los partidarios de que desaparezcan las corridas de toros en Cataluña lo hacen por independentistas? ¿Pensamos en serio que todos votan a favor de la prohibición de las corridas por ser éstas consideradas en toda España como la fiesta nacional y un símbolo del pueblo español? ¿No habrá casualmente alguno, entre todos, que perciba pura y simplemente que una corrida de toros vulnera todo el articulado de los derechos de los animales? ¿Estamos seguros de que ninguno de estos considerados impresentables catalanistas siente sencillamente rechazo a una celebración colectiva basada en la sangrienta tortura y matanza de un animal?
Lo digo porque un servidor, y me parece que no soy el único, piensa exactamente lo mismo: las corridas de toros me parecen una fiesta de maltrato salvaje a un animal. Les puedo mostrar mi carnet. No soy catalán. Es más, aunque les confieso que sufro vergonzosos bajones de patriotismo que me amargan los triunfos internacionales del Barça (al fin y al cabo, un equipo español, mal que le pese a sus dirigentes), me considero español. De hecho nací en Cabeza del Caballo, territorio valientemente conquistado por un legendario héroe local: Santiago Martín “El Viti”.
Acotar el asunto de la prohibición de corridas de toros al nacionalismo catalán es tan absurdo como si un día nos da por ligar la prohibición de fumar en lugares públicos a cualquier otro nacionalismo. Lo digo en su idioma: echar capotes fuera. Puede que incluso denote falta de argumentación en torno a lo que de verdad importa, que es lo siguiente: A estas alturas de la civilización ¿estamos seguros de que nuestro comportamiento como animales racionales es tan intachable, digno y sensible, teniendo en cuenta que nuestra gran diversión precisamente se basa en el atroz sufrimiento de un animal irracional? Y a partir de esta pregunta, reflexionemos. Sin torear politiqueando. Sin el estoque del insulto.

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